NIEVES ETERNAS

El Tratado Antártico, suscrito para proteger el último gran territorio salvaje, fomenta sobre todo la investigación científica. Sin embargo, existe a disposición de todos una excelente cobertura fotográfica del continente gélido

La Antártida ha atraído a los exploradores desde 1773, cuando las naves del capitán inglés James Cook consiguieron ser las primeras en traspasar el Círculo Polar. Pero el continente antártico, como tal, se descubrió en la segunda década del siglo XIX, cuando fue divisado por primera vez, y por separado, por Edward Bransfield y von Bellingshausen. Más tarde, entre 1901 y 1904, Robert Falcon Scott realizó amplias exploraciones, que fueron seguidas por expediciones encabezadas por el propio Scott y Ernest Shackleton (juntos y por separado) a la búsqueda del Polo Sur. No obstante fue Roald Amundsen quien llegó primero, el 14 de diciembre de 1911, más de un mes antes que Scott, el cual murió, junto con los otros miembros de su equipo, en el viaje de regreso.

Con anterioridad habían tenido lugar otros viajes de exploración. En 1841 ir James Clark Ross descubrió el mar de Ross, el monte Erebus y el gran banco de hielo que lleva su nombre. En 1898 Adrien de Gerlache, a bordo del buque Belgica, quedó atrapado entre los hielos; aun así su expedición fue la primera en sobrevivir a un invierno antártico.

Desde entonces no han cesado las historias de penalidades, arrojo, tragedias y triunfos. Y en todas ellas se observa un objetivo común: ser el primero, el mejor, el más valiente, intentar lo más difícil.

Por supuesto la Antártida también ha sido explorada por interés económico, sobre todo por los cazadores de ballenas y de focas. Además es objeto de continuos estudios científicos: 400.000 años de cambios climáticos están atesorados por el hielo, y el continente ofrece datos de inmenso valor acerca del calentamiento del planeta.

Las huellas más recientes las han dejado los turistas: miles de personas al año desfilan por las cabañas que construyeron los primeros exploradores y que se conservan prácticamente intactas. Por desgracia la protección de la Antártida no es nada fácil, puesto que no está bajo la jurisdicción de una única autoridad. Tienen acceso al continente helado los 45 países (que suman el 80 por ciento de la población mundial) firmantes hasta la fecha del Tratado Antártico, documento cuyo propósito es conservar intacto el último gran territorio salvaje del planeta. De ese modo, a medida que el mundo se vuelve más consciente de la protección del medio ambiente, la prioridad de ser “el caballo ganador” ha ido dando paso a la de “cuidar el hipódromo”.

A un proyecto encaminado en ese sentido (un libro de fotografías) le llueven los premios. El matrimonio canadiense Rosemarie y Pat Keough pasaron dos veranos australes en el continente, bajo condiciones precarias, para tomar unas fotografías realmente impresionantes, que han publicado en su maravilloso volumen Antarctica, uno de los libros de confección artesanal más hermosos que jamás se haya producido, impreso en una edición limitada de 950 ejemplares. El libro recoge magistralmente la geografía y el espíritu del lugar; además, su venta proporcionará fondos para salvar a uno de sus excepcionales habitantes: el albatros.

Las imágenes captadas por los Keough asombran no sólo por su calidad, sino también por la amplia variedad de los temas tratados: desde la flora y la fauna, los paisajes y los dibujos abstractos naturales, hasta los monumentos en honor a los exploradores y a la industria ballenera. Nos transportan desde la meseta polar interior, arrasada por los vientos, hasta la costa montañosa, y desde las islas costeras hasta los helados mares y el circundante océano glacial. “En la Antártida el hombre es insignificante y vulnerable en medio de un entorno todopoderoso e imponente”, dice Pat. “Y por eso que resulta tan atrayente”, añade Rosemarie. Han sido merecedores de 21 premios concedidos por instituciones tan prestigiosas como la Royal Geographical Society. No sólo la fotografía resulta impresionante, también lo es el libro en sí: se trata de un gran volumen que pesa casi 12 kilos y que ha sido confeccionado con técnicas tradicionales de encuadernación y materiales procedentes de diferentes lugares del mundo (terciopelo de Francia, piel de Escocia), como homenaje al continente helado.

Sin embargo ¿nos contentaremos con admirar la Antártida a través de la lente de los Keoughs, cómodamente sentados en el sillón de casa? ¿O sentiremos la necesidad de dejar nuestras propias pisadas en la nieve fresca? La necesidad de descubrir y explorar nuevas tierras es innata en el ser humano. Lars Lindblad, director del primer crucero comercial a la Antártida, organizado en 1966, opinaba que debemos satisfacer este impulso, porque, según decía, “no se puede proteger lo que no se conoce”, afirmaba.

Pero Sir Peter Scott, fundador del WWF e hijo de Robert Falcon Scott, era de otra opinión: “Debemos tener la sensatez suficiente para dejar al menos un lugar del planeta en paz”, dijo contundentemente.

PATEK PHILIPPE







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